miércoles, 28 de noviembre de 2007

Adorada Mima


Ella es la Mima mi abuela que ya no está con nosotros físicamente hace ya un par de años. Es tan difícil medir el tiempo cuando una persona se ha ido, y más aún cuando esa persona ha sido parte de tu vida, compañera de viaje por muchos años, modelo de mujer, una super maestra universal. Yo la extraño a diario, extraño sus palmaditas con sus manos fuertes trabajadoras sobre las mías. Extraño su voz, sus llamados por teléfono. Cuando me decía Janyita no rabee. Su presencia tan maravillosa, ella estaba siempre tan bien dispuesta a ayudar, a cualquiera, sin distinción. Entregada a atender a todos, partiendo por mi Popita, mi abuelo, que tampoco está. Siempre pensaba en él primero, en prepararle la comida especial. Cuánto habrá leído en su vida, un millón de libros, le fascinaba leer, a los 80 años no usaba anteojos, se devoraba los libros, le gustaban los de historia. Sobre la esclavitud, los judíos, de historias de amores entre príncipes, de todo, leía todas las novelas que le llegaban a sus manos. Ella siempre tenía caseros para todo, para comprar carne, pescado, el casero de Providencia, para las flores en Holanda, para las novelas, la Feria chilena del libro, del drugstore, el casero del almacén que le llevaba las bebidas individuales de botella de vidrio a la casa, porque su casa era un restorán, jamás hubo botellas de 2 litros, siempre individuales, para el gusto de toda la familia. Mis amigos la recuerdan por las inolvidables comidas que probaron de ella, por las tortas y pasteles y galletas que ella hacía. Pucha que trabajaba la Mima, yo lo sé ahora en carne propia, porque cada tanto hago sus galletas y quedo agotada. Pero ella siempre estaba haciendo algo productivo, o estaba tejiendo algo para un nieto o para un bisnieto, haciendo crochet, cubrecamas interminables, donde ella cosía y el Yako, nuestro perro salchicha, se hechaba. Y ella lo dejaba que estuviera a sus pies sobre el cubrecama blanco. Qué vida! El yako se fue donde ellos a vivir sus últimos años como un rey, comía filete, pavo, galletas cachito, sólo esas le gustaban, pan con mantequilla, y para qué decir cuando veía que uno comía chocolate, se ponía a tiritar, parecía un adicto. Murió a los 15 años, cubierto por su chalcito rojo escocés en la casa de ellos. Ese perro era muy vivaracho.
En la casa de la Mima siempre habían dulces o chocolates, uno siempre urgueteaba y encontraba en algún cajón algo rico. Eso lo saben todos mis primos. Yo tenía llave e su casa asique iba siempre, era mi casa. Me gustaba llegar los días que mi abuela jugaba canasta o telefunken con sus amigas, era jugadora, le gustaban las cartas y las viejas apostaban plata. Me gustaba ir esos días porque la Carmen, la nana que era una más de la familia preparaba un tecito alucinante, con pasteles hechos por la mima, tostadas con mantequilla que mantenía calentitas en el horno hasta que se iba a la mesa, sandwichs de ave, jamón queso, etc, etc...eran amorosas las amigas, asíle decía ella a su grupo, se peleaban entre ellas, siempre había un caguín, pero eran unidas, y derepente se empezaron a morir de a poco. Todavía quedan algunas vivas pero debo reconocer que la Mima era las que las unía siempre, yo no vi nunca más a nadie. Podría escribir mil páginas sobre ella. Tantas cosas.Tan despierta que era, nunca se espantó con nada iba a la par con las generaciones. Tan entretenida que era, sus historias. Debo reconocer que la disfruté hasta el último día de su vida, la cuidé y la vestí cuando murió. Ella escogió su ropa, la tenía en una silla, su tenida fúnebre, era como cien años de soledad, había escogido hasta el prendedor que quería llevar, una mariposa. Mi primer regalo de navidad después que ella murió fue un prendedor de mariposa que me regaló una compañera de trabajo de la Teletón, quedé helada porque supe que era ella, y así ha seguido sucediendo de tanto en tanto. Y ella está presente en otro plano, y a veces sueño con ella. Ahora que estoy embarazada retomé mi crochet y la siento en cada punto que doy, estoy muy agradecida de haber recibido su legado, tanto el imperceptible como el palpable , sus recetas y sus tejidos, siento que me prolongo con ella cada vez que cocino o tejo. Hasta siempre Chenita.